En un mundo globalizado, en el que las fronteras no existen y las conexiones económicas y comerciales carecen de los límites que algún día padecieron, tener empleados con una mentalidad “global” es una obligación para las empresas, pues de ellos depende la proyección internacional de la compañía y su maleabilidad para adaptarse a los nuevos mercados.
Sin embargo, lo primero que se debe tener en cuenta a la hora de pensar en compañías globales es que el apelativo “global” no aparece solamente para definir a las empresas que han creado líneas de exportación y han llevado sus productos y servicios a mercados internacionales, sino que es necesario que tengan éxito en estos mercados y puedan sortear de manera positiva todo tipo de percances interculturales.
Para lograr estos objetivos, las compañías deben ser disruptivas para cambiar el que hasta hoy ha sido el patrón de internacionalización más común: compañías que nacen, crecen, crean líneas de exportación y luego se toman el trabajo de entender culturalmente a los países a los cuales están llevando sus productos y servicios.
Más allá de esta forma de trabajo (que no por ser la más frecuente es la mejor) existe la necesidad de que las empresas de hoy tengan, de entrada, objetivos relacionados con su internacionalización, entre ellos tener un equipo de trabajo totalmente capacitado para desempeñarse en un mundo conectado, donde lo que pasa en un país tiene efectos sobre todos los otros como lo señaló el sociólogo Immanuel Wallerstein hablando de su teoría del sistema-mundo.
Esa mentalidad global de entender que no estamos solos en el mundo y que las proyecciones deben ser a gran escala y basadas en un sistema de pensamiento liberal, que evada cualquier tipo de reduccionismo o determinismo geográfico, suponen un reto para los líderes de las empresas que tienen la tarea de inculcar ese pensamiento en sus empleados.
Para facilitar este trabajo, propondremos algunos puntos que cualquier empresario debería tener en cuenta si quiere inculcar en sus empleados una mentalidad global:
Incorporar la mentalidad global a la cultura corporativa de la empresa
Motivar a los empleados y hacerlos saber que tu empresa piensa en términos globales, ayudará a que todos dentro de la compañía interioricen el discurso de que los productos y servicios que se crean al interior de la empresa son producidos para el mundo y no para una región o país específico. Un error muy común es crear productos que solo pueden adaptarse a nichos geográficos específicos y pensar que van a tener éxito en todo el mundo, pues cada territorio tiene sus particularidades y, por lo tanto, hay que pensar en satisfacer esas grandes necesidades que tenemos como humanos, antes que las que tenemos como habitantes de un espacio específico.
Conseguir experiencia internacional
Hay muchas maneras de conseguir experiencia internacional para tu empresa, entre ellas, la más fácil está enfocada al proceso de contratación, en el que puedes filtrar con base en la experiencia que tus futuros empleados han tenido por fuera del país y en los idiomas que manejan. También existe la posibilidad de foguear a los empleados, llevarlos a giras de negocios e irlos formando en habilidades de relacionamiento específicas de acuerdo a los intereses de la empresa.
Crear una área de Relaciones Internacionales
Puedes rediseñar el organigrama de la compañía y crear áreas específicas que se dediquen a revisar y moverse dentro del panorama internacional del sector de la empresa. De igual manera, se podrían programar reuniones semanales en las que se evalúe con métricas el funcionamiento de la compañía en los diferentes países y se cuestione, desde un plano cultural, económico y social, por qué se cumplen o no los objetivos que la empresa se ha trazado en otros mercados.
No cometer los mismos errores del pasado
Cuando el crecimiento de una empresa es progresivo resulta normal que se hayan cometido errores en el pasado, pues sobre las equivocaciones es que se construye el éxito de una compañía. Sin embargo, hay que decir que los errores tienen que ser capitalizados rápidamente porque cometerlos dos veces puede ser muy costoso. Un ejemplo muy común en los procesos de internacionalización se da cuando se crean productos con nichos de mercado reducidos, que por su idioma o usabilidad solo tienen potencial de éxito dentro de un país. Cuando esto ha pasado en la empresa, hay que capitalizarlo, aprendiendo que a futuro todos los productos o servicios deben ser creados en un idioma global y sin límites geográficos de uso.
Paciencia en los procesos
Como lo mencionamos en un principio, el ciclo normal de las empresas colombianas es internacionalizarse antes de estar preparadas para ello y esto tiene sus consecuencias. Por eso es importante saber que los procesos de cambio se toman su tiempo y no se pueden hacer de un día para otro, sino que es necesario planear y tener unas estrategias para conocer el mercado internacional y así crear procesos de adaptación a este mucho más genuinos y efectivos, sin los riesgos que puede tener la improvisación.
Para la elaboración de este artículo usamos con insumo Harvard Business Review
En un mundo globalizado, en el que las fronteras no existen y las conexiones económicas y comerciales carecen de los límites que algún día padecieron, tener empleados con una mentalidad “global” es una obligación para las empresas, pues de ellos depende la proyección internacional de la compañía y su maleabilidad para adaptarse a los nuevos mercados.
Sin embargo, lo primero que se debe tener en cuenta a la hora de pensar en compañías globales es que el apelativo “global” no aparece solamente para definir a las empresas que han creado líneas de exportación y han llevado sus productos y servicios a mercados internacionales, sino que es necesario que tengan éxito en estos mercados y puedan sortear de manera positiva todo tipo de percances interculturales.
Para lograr estos objetivos, las compañías deben ser disruptivas para cambiar el que hasta hoy ha sido el patrón de internacionalización más común: compañías que nacen, crecen, crean líneas de exportación y luego se toman el trabajo de entender culturalmente a los países a los cuales están llevando sus productos y servicios.
Más allá de esta forma de trabajo (que no por ser la más frecuente es la mejor) existe la necesidad de que las empresas de hoy tengan, de entrada, objetivos relacionados con su internacionalización, entre ellos tener un equipo de trabajo totalmente capacitado para desempeñarse en un mundo conectado, donde lo que pasa en un país tiene efectos sobre todos los otros como lo señaló el sociólogo Immanuel Wallerstein hablando de su teoría del sistema-mundo.
Esa mentalidad global de entender que no estamos solos en el mundo y que las proyecciones deben ser a gran escala y basadas en un sistema de pensamiento liberal, que evada cualquier tipo de reduccionismo o determinismo geográfico, suponen un reto para los líderes de las empresas que tienen la tarea de inculcar ese pensamiento en sus empleados.
Para facilitar este trabajo, propondremos algunos puntos que cualquier empresario debería tener en cuenta si quiere inculcar en sus empleados una mentalidad global:
Incorporar la mentalidad global a la cultura corporativa de la empresa
Motivar a los empleados y hacerlos saber que tu empresa piensa en términos globales, ayudará a que todos dentro de la compañía interioricen el discurso de que los productos y servicios que se crean al interior de la empresa son producidos para el mundo y no para una región o país específico. Un error muy común es crear productos que solo pueden adaptarse a nichos geográficos específicos y pensar que van a tener éxito en todo el mundo, pues cada territorio tiene sus particularidades y, por lo tanto, hay que pensar en satisfacer esas grandes necesidades que tenemos como humanos, antes que las que tenemos como habitantes de un espacio específico.
Conseguir experiencia internacional
Hay muchas maneras de conseguir experiencia internacional para tu empresa, entre ellas, la más fácil está enfocada al proceso de contratación, en el que puedes filtrar con base en la experiencia que tus futuros empleados han tenido por fuera del país y en los idiomas que manejan. También existe la posibilidad de foguear a los empleados, llevarlos a giras de negocios e irlos formando en habilidades de relacionamiento específicas de acuerdo a los intereses de la empresa.
Crear una área de Relaciones Internacionales
Puedes rediseñar el organigrama de la compañía y crear áreas específicas que se dediquen a revisar y moverse dentro del panorama internacional del sector de la empresa. De igual manera, se podrían programar reuniones semanales en las que se evalúe con métricas el funcionamiento de la compañía en los diferentes países y se cuestione, desde un plano cultural, económico y social, por qué se cumplen o no los objetivos que la empresa se ha trazado en otros mercados.
No cometer los mismos errores del pasado
Cuando el crecimiento de una empresa es progresivo resulta normal que se hayan cometido errores en el pasado, pues sobre las equivocaciones es que se construye el éxito de una compañía. Sin embargo, hay que decir que los errores tienen que ser capitalizados rápidamente porque cometerlos dos veces puede ser muy costoso. Un ejemplo muy común en los procesos de internacionalización se da cuando se crean productos con nichos de mercado reducidos, que por su idioma o usabilidad solo tienen potencial de éxito dentro de un país. Cuando esto ha pasado en la empresa, hay que capitalizarlo, aprendiendo que a futuro todos los productos o servicios deben ser creados en un idioma global y sin límites geográficos de uso.
Paciencia en los procesos
Como lo mencionamos en un principio, el ciclo normal de las empresas colombianas es internacionalizarse antes de estar preparadas para ello y esto tiene sus consecuencias. Por eso es importante saber que los procesos de cambio se toman su tiempo y no se pueden hacer de un día para otro, sino que es necesario planear y tener unas estrategias para conocer el mercado internacional y así crear procesos de adaptación a este mucho más genuinos y efectivos, sin los riesgos que puede tener la improvisación.
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