El año pasado junto a un grupo de expertos del sector financiero y tecnológico, Felipe Llano Alvis, ingeniero administrativo de la Escuela de Ingeniería de Antioquia, creó Sempli. Desde allí está poniendo a disposición de muchos la experiencia personal y laboral que adquirió trabajando para el Grupo Empresarial Antioqueño. En este tiempo se dedicó a la Banca de Inversión, donde participó activamente en la estructuración, implementación y ejecución de procesos transaccionales, en el desarrollo de proyectos de inversión con financiación estructurada y en la asesoría de finanzas corporativas en diferentes industrias dentro y fuera de Colombia. Además, tuvo iniciativas personales en las que fundó pequeñas empresas y aprendió de los mejores profesionales del sector financiero.
Cuando apenas tenía 18 años, este antioqueño de familia bogotana decidió crear su primera empresa, CI Montellano, dando el paso inicial hacia el sueño de “ser alguien” en la historia del mundo financiero colombiano. En esa época era joven e inexperto y la poca experiencia que tenía en el sector administrativo y emprendedor la había aprendido de su padre, que toda la vida había sido un empresario que se había movido en diferentes frentes, sobre todo en el sector textil.
Antes de esa primera aventura, Felipe había estudiado en el colegio San Ignacio de Loyola que, según él, le ayudó a conocer el entorno social de una ciudad como Medellín, que está dividida en diferentes estratos socio-económicos y donde la distribución de las oportunidades no es igual para todos. Así empezó a desarrollarse en Felipe un nivel de sensibilidad para querer impactar y generar oportunidades, sobre todo en los sectores de la sociedad con menos posibilidades.
Cuando llegó al último grado del colegio renunció a graduarse con los compañeros de toda su vida para irse a estudiar a Michigan, Estados Unidos. Fue una experiencia enriquecedora pues era el único latino en Clinton, un pequeño pueblo de 10 mil habitantes. Allí se consiguió un trabajo en una granja, recogía heno y se encargaba de la limpieza. Después de un mes ya estaba administrando el almacén de depósitos de toda la granja. Los dueños quedaron tan satisfechos con su trabajo que los siguientes cinco veranos le mandaron los pasajes para que viajara a trabajar con ellos.
En ese momento descubrió que, tanto en la vida como en el mundo laboral, es vital “el valor de la confianza” pues, según él “cuando uno genera confianza y es transparente con sus cosas se empiezan a generar unas conexiones muy interesantes”. Luego de esta experiencia laboral llegó el sueño empresarial con la creación de CI Montellano. Felipe Llano, con 18 años y sin ninguna experiencia en la creación de empresas, se aventuró a crear una comercializadora internacional que quebró ocho meses después de creada.
Después de esa iniciativa y otra más, Felipe descubrió que esos fracasos se debían a errores infantiles y supo que, si quería tener éxito, antes tenía que aprender de los mejores. Ese anhelo coincidió con la consecución de su práctica universitaria en una banca de inversión del Grupo Empresarial Antioqueño. Donde conoció, por ejemplo, a Esteban Velasco (actual socio en Sempli) en quien vio la oportunidad de aprender.
En esos cinco años de experiencia aprendió, por ejemplo, a estructurar empresas desde cero, pues estas los contrataban para realizar la estructuración de los negocios que ellos no tenían la capacidad para realizar. Además, empezó a relacionarse con los dueños y los gerentes de las empresas, lo que le ayudó a conocer el sector.
En el 2014 inició su camino en el negocio de los fondos de inversión: se hizo miembro del Venture Capital Institute e ingresó directamente en el mundo de la privada con la creación de Velum. Allí se le abrió el universo del venture capital, donde vio de frente el mundo del emprendimiento: “pasar a este negocio me dio el polo a tierra para comprender dónde y cómo nacen las empresas y cómo se convierten en grandes compañías”.
La tesis de inversión del fondo era invertir en empresas que desarrollaran sus modelos de negocio a través de plataformas digitales y tecnologías de la información. Fue así que terminaron invirtiendo en 14 empresas en un año y medio, es decir, una cada 35 días. Para llegar a este punto tuvieron que pasar por el análisis de más de 700 compañías.
En todo el proceso de estructuración, acompañamiento de empresas desde el tema financiero y bancas de inversión descubrieron que un 25% de las empresas necesitaba recursos para financiarse, pero estaban en un punto en el que Velum, como inversionista de capital, les salía muy costoso y los bancos no los atendían. En ese momento, Felipe y sus socios vieron la oportunidad de atender a esas empresas a través de tecnologías de la información por medio de deuda y no de inversión directa. Así nació Sempli, con la idea de financiar a pequeñas y medianas empresas sin que esto significara una dilución en sus patrimonios.
Y es que estar dentro de la banca de inversión significa innovar y crear en todo momento dentro del sector financiero. “Siempre he sido una persona a la que no le gusta aferrarse a los estándares y al deber ser, siempre me ha gustado buscar nuevas prácticas, diferentes soluciones, sueño con ser parte de la historia de algo, para mí es importante dejar una huella en lo que hacemos nosotros que es conocer de temas de financiación y apoyar a las empresas para que salgan adelante”, cuenta Felipe.
La fuerza de trabajo y la capacidad de innovar y crear sin ceñirse a estándares ha sido la que le ha permitido a Felipe y a todo el equipo de Sempli a plantearse grandes metas: “tenemos un sueño: cambiar la forma en que los pequeños y medianos empresarios que financian acceden al capital para convertirse en empresas más grandes y aportarle a la sociedad todo lo que puede aportar una empresa: empleo y nuevas posibilidades de salir adelante”.
El año pasado junto a un grupo de expertos del sector financiero y tecnológico, Felipe Llano Alvis, ingeniero administrativo de la Escuela de Ingeniería de Antioquia, creó Sempli. Desde allí está poniendo a disposición de muchos la experiencia personal y laboral que adquirió trabajando para el Grupo Empresarial Antioqueño. En este tiempo se dedicó a la Banca de Inversión, donde participó activamente en la estructuración, implementación y ejecución de procesos transaccionales, en el desarrollo de proyectos de inversión con financiación estructurada y en la asesoría de finanzas corporativas en diferentes industrias dentro y fuera de Colombia. Además, tuvo iniciativas personales en las que fundó pequeñas empresas y aprendió de los mejores profesionales del sector financiero.
Cuando apenas tenía 18 años, este antioqueño de familia bogotana decidió crear su primera empresa, CI Montellano, dando el paso inicial hacia el sueño de “ser alguien” en la historia del mundo financiero colombiano. En esa época era joven e inexperto y la poca experiencia que tenía en el sector administrativo y emprendedor la había aprendido de su padre, que toda la vida había sido un empresario que se había movido en diferentes frentes, sobre todo en el sector textil.
Antes de esa primera aventura, Felipe había estudiado en el colegio San Ignacio de Loyola que, según él, le ayudó a conocer el entorno social de una ciudad como Medellín, que está dividida en diferentes estratos socio-económicos y donde la distribución de las oportunidades no es igual para todos. Así empezó a desarrollarse en Felipe un nivel de sensibilidad para querer impactar y generar oportunidades, sobre todo en los sectores de la sociedad con menos posibilidades.
Cuando llegó al último grado del colegio renunció a graduarse con los compañeros de toda su vida para irse a estudiar a Michigan, Estados Unidos. Fue una experiencia enriquecedora pues era el único latino en Clinton, un pequeño pueblo de 10 mil habitantes. Allí se consiguió un trabajo en una granja, recogía heno y se encargaba de la limpieza. Después de un mes ya estaba administrando el almacén de depósitos de toda la granja. Los dueños quedaron tan satisfechos con su trabajo que los siguientes cinco veranos le mandaron los pasajes para que viajara a trabajar con ellos.
En ese momento descubrió que, tanto en la vida como en el mundo laboral, es vital “el valor de la confianza” pues, según él “cuando uno genera confianza y es transparente con sus cosas se empiezan a generar unas conexiones muy interesantes”. Luego de esta experiencia laboral llegó el sueño empresarial con la creación de CI Montellano. Felipe Llano, con 18 años y sin ninguna experiencia en la creación de empresas, se aventuró a crear una comercializadora internacional que quebró ocho meses después de creada.
Después de esa iniciativa y otra más, Felipe descubrió que esos fracasos se debían a errores infantiles y supo que, si quería tener éxito, antes tenía que aprender de los mejores. Ese anhelo coincidió con la consecución de su práctica universitaria en una banca de inversión del Grupo Empresarial Antioqueño. Donde conoció, por ejemplo, a Esteban Velasco (actual socio en Sempli) en quien vio la oportunidad de aprender.
En esos cinco años de experiencia aprendió, por ejemplo, a estructurar empresas desde cero, pues estas los contrataban para realizar la estructuración de los negocios que ellos no tenían la capacidad para realizar. Además, empezó a relacionarse con los dueños y los gerentes de las empresas, lo que le ayudó a conocer el sector.
En el 2014 inició su camino en el negocio de los fondos de inversión: se hizo miembro del Venture Capital Institute e ingresó directamente en el mundo de la privada con la creación de Velum. Allí se le abrió el universo del venture capital, donde vio de frente el mundo del emprendimiento: “pasar a este negocio me dio el polo a tierra para comprender dónde y cómo nacen las empresas y cómo se convierten en grandes compañías”.
La tesis de inversión del fondo era invertir en empresas que desarrollaran sus modelos de negocio a través de plataformas digitales y tecnologías de la información. Fue así que terminaron invirtiendo en 14 empresas en un año y medio, es decir, una cada 35 días. Para llegar a este punto tuvieron que pasar por el análisis de más de 700 compañías.
En todo el proceso de estructuración, acompañamiento de empresas desde el tema financiero y bancas de inversión descubrieron que un 25% de las empresas necesitaba recursos para financiarse, pero estaban en un punto en el que Velum, como inversionista de capital, les salía muy costoso y los bancos no los atendían. En ese momento, Felipe y sus socios vieron la oportunidad de atender a esas empresas a través de tecnologías de la información por medio de deuda y no de inversión directa. Así nació Sempli, con la idea de financiar a pequeñas y medianas empresas sin que esto significara una dilución en sus patrimonios.
Y es que estar dentro de la banca de inversión significa innovar y crear en todo momento dentro del sector financiero. “Siempre he sido una persona a la que no le gusta aferrarse a los estándares y al deber ser, siempre me ha gustado buscar nuevas prácticas, diferentes soluciones, sueño con ser parte de la historia de algo, para mí es importante dejar una huella en lo que hacemos nosotros que es conocer de temas de financiación y apoyar a las empresas para que salgan adelante”, cuenta Felipe.
La fuerza de trabajo y la capacidad de innovar y crear sin ceñirse a estándares ha sido la que le ha permitido a Felipe y a todo el equipo de Sempli a plantearse grandes metas: “tenemos un sueño: cambiar la forma en que los pequeños y medianos empresarios que financian acceden al capital para convertirse en empresas más grandes y aportarle a la sociedad todo lo que puede aportar una empresa: empleo y nuevas posibilidades de salir adelante”.
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